Si no tenemos experiencia en el arte de meditar, al principio puede ser muy difícil mantener la atención y relajarse. Esta técnica es muy buena para principiantes o para cuando nos sentimos particularmente nerviosas/os o descentradas/os. El contemplar, con calma y en silencio, el suave movimiento de la llama, nos permite lograr cierto grado de relajación y concentración, que puede ir desarrollándose más en el futuro, a medida que aumentamos la práctica.
¿Cómo practicarlo?
1. Elegir nuestro objeto de contemplación.
Una vela encendida es un objeto ideal, ya que el suave movimiento de la llama es muy relajante de por sí, al observarlo.
2. Elegir el lugar apropiado.
Debe ser un espacio tranquilo y silencioso, una habitación semioscura, donde nos podamos sentar cómodamente y ubicar la vela delante nuestro, de manera que quede a una distancia intermedia de nuestros ojos, ni muy cerca ni muy lejos, no debemos forzar la vista y la llama debe de quedar a la altura de nuestra mirada para que nuestros ojos estén relajados. Por ejemplo, podríamos ubicar un almohadón en el piso frente a una mesa baja, sentarnos con piernas cruzadas y poner la vela sobre la mesa delante nuestro.
3. Sentarse de manera cómoda y relajada, cerrar los ojos y calmar la respiración.
Durante unos breves minutos, relajamos el cuerpo y nos preparamos para comenzar la meditación, haciéndonos conscientes de nuestra respiración, inhalando y exhalando por la nariz, pausada y tranquilamente. Cerramos los ojos, percibimos nuestro cuerpo, soltamos tensiones innecesarias. (Podemos sentarnos en el suelo de piernas cruzadas y espalda recta, o apoyar la espalda en una pared si nos cuesta mantenerla derecha, o sentarnos en una silla con los pies descalzos apoyados en el suelo logrando una postura erguida y firme pero cómoda). Cuando sentimos calma, abrimos los ojos.
4. Observar y mantener la mirada fija en la llama de la vela.
Abrir los ojos y comenzar a observar fijamente el movimiento de la llama. Al encontrarnos con un pensamiento, sólo observarlo y dejarlo ir, para volver la atención sólo a la llama. Respirar de forma consciente. Mantener esto por unos cuantos minutos (cuanto más podamos mejor). Si nuestra vista se cansa, podemos cerrar los ojos brevemente, respirar profundamente y luego continuar, sin forzarnos.
En una etapa más avanzada, si ya lo practicamos más de una vez, podemos intentar mantener los ojos abiertos sin parpadear por el tiempo que podamos y luego al cerrarlos, visualizar la llama con los ojos cerrados, con el mayor detalle posible, y mantener esa visiónel mayor tiempo posible, imaginando que la luz nos llena, ilumina nuestro interior, nos da calor y nos produce bienestar. Con el tiempo, podemos prescindir de la vela si la imagen de la llama se graba en nuestra mente.
5. Finalizar agradeciendo.
Una vez sintamos que es suficiente, podemos dar por terminada nuestra meditación agradeciendo internamente al universo y a nosotras/os mismas/os por el momento y por todo lo que querramos agradecer. Podemos agradecer con palabras, con gestos, con pensamientos.
Podemos hacer una respiración profunda y apagar nuestra vela. Disfrutar por un rato los beneficios de ese estado de calma y relajación, evitando volver abruptamente a pensar en problemas, manteniendo nuestro foco en algo positivo o aprovechar para ir a descansar con un sentimiento de tranquilidad en la mente y el cuerpo.
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